martes, abril 04, 2006

El acantilado

Joseph se sentó en la roca de siempre, frente al mismo mar, y pensó en el devenir. "El devenir es ese factor que determina nuestras angustias. Es el látigo con puntas de acero que nos damos en la espalda, mientras caminamos hacia esa luz que vemos allí al fondo." Hizo un ademán como para volver en sí, se levantó y subió a la parte más alta del acantilado. "Por ejemplo -prosiguió- ahora miro hacia abajo y veo el devenir de muerte; podría ver cómo cae la sangre que dono para conocer mi devenir. Miro a mis espaldas, pero veo pasado, que es lo mismo que decir 'veo preguntas'. Preguntarse es buscar. Buscar es no encontrar. No quiero seguir buscando. Quiero encontrar". Cogió una piedra: "En esta piedra podría verlo todo. Sin embargo, sólo me veo a mí. Quisiera amarte piedra, pero no puedo."

Miró el mar, caminó hacia atrás para tomar carrera y lanzó la piedra lejos, muy lejos, tan lejos como jamás lo había hecho en su vida. La piedra, insignificante ante aquella masa de agua, se dejó de ver apenas se despegó de la mano de Joseph, insignificante también ante aquel espectáculo.

Y otra vez la misma piedra con la misma frase de siempre, con la esperanza de que, alguna vez, alguien pudiera leerla: "Lo doloroso no es morir. Lo doloroso es nacer."

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