miércoles, abril 11, 2007


Érase una chica llena de vida. A los 30 años decide alejarse para siempre de la sociedad y recluirse apartada en una pradera. Hasta el día su muerte, veintiséis años después, fue una ermitaña a conciencia. En todo ese tiempo se dedicó a crear una de las poesías más profundas e innovadoras de la época contemporánea. Se llamaba Emily Dickinson.


“Naturaleza no es lo que vemos, la montaña, el poniente, la ardilla, el eclipse, el abejorro, no, naturaleza es el cielo, naturaleza es lo que oímos, el bobolink, el mar, el trueno, el grillo, no, naturaleza es la armonía, naturaleza es lo que sabemos, no tenemos arte para decirlo, tan impotente es nuestra sabiduría para tanta simplicidad.”


“Morir sin morir y vivir sin la vida, es el más arduo milagro propuesto por la fe.”


“Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.”

lunes, abril 02, 2007

Migrar, volar, sangrar...


Él la creo en sueños, le dio forma, la moldeó con sus deseos y la vio nacer a la edad de 28 años. Él supo desde siempre que ella sería de esa misma manera como la está viendo ahora. Por lo tanto, como él era su creador, le pertenecía. Buscó poseerla, quiso apresarla para siempre en sus dominios. Intento seducirla y adquirirla por medio de sutiles artimañas al principio, y violenta fuerza después. Pero finalmente, como toda obra artística, su creación se independizó para siempre y buscó nuevos puertos para su destino errante.