No sientes dolor. Sólo campos de pluma que muerden con exacta delicadeza la seda de tus venas.
No hay dolor. Hay letargo, el tiempo es narcótico.
Y te espera.
No ves el dolor.
Caes lentamente en un arroyo de flores blancas y elásticas. Carnosas.
No existe el dolor.
El viento es tímido y te eleva con manos dulces, mientras ríes bajo, mientras suspiras.
Jamás has visto al dolor.
El cosmos es un látex invisible en el que caes y vuelves a volar sin mirar.
El dolor es de algodón.
Muerdo mis dientes de goma, veo globos blancos, burbujas rojas.
Y vuelvo a reír hasta nacer.
El dolor no existe. El dolor soy yo.
(Ritan Park, Beijing, China. Agosto de 2007)