
Los pulmones llenos de ese gratificante vaho primaveral que expele la hierba recién cortada.
La extraña y veraniega sensación de soplar un diente de león y comprender que el aire también desprende voluntades.
El intenso placer de caminar por sobre las hojas caídas en la acera, y sentir ese crujir tan otoñal.
El asalto que provoca la invernal lluvia que no hace más que regalar tardes de melancolía y de volver a empezar.
1 comentario:
Vaya, gregorio, pues yo creo que tienes que dejar aflorar más tu vena poética y atreverte a compartir con nosotros, a la luz de una cerilla, los versos que llevas escondidos en los bolsillos...
diente de león
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